Nestor quitó el cazo del fuego, cogió un puñado de hojitas de té de un recipiente wedgwood de porcelana blanca y azul y las echó en el agua hirviendo. -Nada. No me has hecho nada. Al contrario. Estoy contento de que esté aquí, sana y salva. -Sana y salva, ¿de qué? [...] -Del sitio adonde habíais decidido ir... -respondió Nestor tras unos instantes. (pp. 43 y 44).
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